Ante las crisis, reconozcamos al Cristo resucitado entre nosotros

Por: Raúl Rocha Gutiérrez

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Estamos viviendo una dramática situación, tanto a nivel nacional como internacional. Después de haber sido azotados por una prolongada pandemia, hemos recibido las consecuencias de una terrible guerra, de la intensificación del calentamiento global, de una crisis económica internacional, y de tantos otros problemas que parecen no darnos respiro. Como la creciente inseguridad, los altos índices de pobreza, el avance del narcotráfico, y hechos de violencia que se multiplican y que manifiestan una gran variedad de matices.

Ante todas estas cosas, los que profesamos la fe cristiana haremos bien en considerar un suceso que hace poco recordábamos en la llamada “Semana Santa”, porque se refiere a una de las apariciones de Cristo, una vez que hubo resucitado. Se trata de la experiencia de dos discípulos que se dirigían a la aldea llamada Emaús, y que tuvieron el privilegio de convertirse en algunos de los primeros testigos de la Resurrección.
Al dialogar con el Señor, cuando todavía no lo habían reconocido, ellos expresaron toda su frustración sobre lo que había pasado con Jesús, mediante las siguientes palabras: “Nosotros teníamos la esperanza de que él iba a ser el libertador de Israel” (Lucas 24:21, La Biblia Hispanoamericana. Traducción interconfesional, BH). ¡Cuántas veces los cristianos de la actualidad también sentimos, por algunos instantes, que perdemos la esperanza, debido a que nuestras expectativas no han sido satisfechas!

Sin embargo, gracias a Dios, el relato continúa y nos muestra un final aleccionador. En efecto, cuando tuvieron el privilegio de compartir el pan con el Hijo de Dios, los discípulos lo reconocieron y tomaron una decisión: “En el mismo instante emprendieron el camino de regreso a Jerusalén” (33, BH). Allí les contaron a los apóstoles, y a los otros cristianos que estaban reunidos con ellos, “cómo habían reconocido a Jesús cuando partía el pan” (35, BH). El reconocer al Cristo resucitado entre ellos les hizo cambiar de perspectiva. Y así debería pasar con todos los que somos cristianos, al transformarnos de frustrados a comprometidos.

Seamos realistas. Las crisis que enfrentamos son extremadamente difíciles. Sin embargo, sigamos manteniendo la convicción de que Cristo sigue teniendo el mismo poder con el que resucitó y que, por lo tanto, continúa siendo el Señor de la historia. Y que cada uno de nosotros pueda decir que nuestro corazón arde espiritualmente cuando dialogamos con Dios mediante nuestras oraciones y escuchamos su voz cuando leemos las Escrituras. Eso fue lo que vivieron los discípulos que se dirigían a Emaús (Lc. 24:32, BH). ¡Qué sea lo que experimentemos nosotros también en este mundo tan convulsionado!

* El autor es Pastor evangélico. Dr. en Teología. Dr. en Ciencias Sociales. Lic. en Letras.

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