Por: Ricardo Elía
Uno de los campos de la física a los que los musulmanes de la Edad de Oro del Islam hicieron contribuciones importantes fue la óptica, y principalmente es gracias al mérito de Alhacén que estableció esta ciencia sobre nuevos fundamentos y la convirtió en una disciplina organizada, por lo que obtuvo el título de “‘padre de la óptica”
Abu Ali al-Hasan Ibn al-Haizam (965-1039), latinizado Alhacén, nació en la Basora del Emirato de los Buyíes y murió en El Cairo de los Fatimíes. Fue matemático, físico, ingeniero y astrónomo. Considerado el creador del método científico, realizó importantes contribuciones a los principios de la óptica y a la concepción de los experimentos científicos.
Es el autor del Libro de las Ópticas en 7 tomos donde Alhacén plantea su teoría sobre la visión binocular, haciendo interesantes estudios sobre la reflexión y la refracción de la luz, realizando experimentos que se aproximaron al descubrimiento de las propiedades ópticas de las lentes. También fue el inventor de la cámara oscura. Al conciliar la teoría con la experimentación, Alhacén se anticipó a la ciencia moderna occidental, nacida, según el filósofo, matemático y sociólogo británico Bertrand Russell, de la unión entre la especulación griega y el empirismo islámico.
Alhacén descubrió la gravedad 650 años antes que el científico inglés Isaac Newton que la dedujo en 1685. El óptico musulmán tuvo una gran influencia en Newton, que estaba al tanto de las obras de Alhacén. Igualmente escribió sobre las leyes que rigen el movimiento de los cuerpos (más tarde conocidas como”Las tres leyes de Newton del movimiento”) y la atracción entre dos cuerpos, la gravedad. No fue la manzana que cayó del árbol lo que reveló a Newton la existencia de la gravedad, sino los libros de Alhacén.
En 1037, Alhacén concurría a la Universidad de Al-Azhar y a la “Dar al-Ilm” (Puerta del Conocimiento) o “Dar al-Híkma” (Puerta de la Sabiduría) en El Cairo, cuya biblioteca era por entonces la mejor surtida del mundo [la biblioteca de los Omeyas de Córdoba había desaparecido tras el colapso del califato en la primera década del siglo XI].
En 1038, un año antes de su muerte, Alhacén publicó El modelo de los movimientos de cada uno de los siete planetas. Era el primer ejemplo revolucionario del Sistema Solar desde Ptolomeo. Entre sus conceptos, apoya las ideas de antecesores griegos e indios de que la Tierra rota sobre su eje. Alhacén compuso un total de 23 tratados sobre astronomía, 14 sobre óptica, 50 sobre matemáticas, y otros sobre medicina, ingeniería y música. A lo largo de su vida escribió más de 200 tratados científicos.
Siguiendo las grandes líneas de la teoría óptica tal como fue desarrollada por Alhacén, el científico, filósofo y monje franciscano inglés Roger Bacon (1220-1292) adoptó la teoría de la intromisión de Alhacén en casi todos sus detalles. Había quedado extraordinariamente impresionado por el éxito del análisis matemático que había hecho Alhacén de la luz y de la visión, y en sus propias obras transmitió a las futuras generaciones la promesa del enfoque matemático. Alhacén realizó estudios sobre el crepúsculo y el arcoíris.
Menos conocidas son sus concepciones humanistas y su pensamiento crítico. Por ejemplo, el sabio musulmán afirma: “La verdad se busca por ella misma. Las verdades están inmersas en incertidumbre”. En su Educación ética, Alhacén también asevera: “El ser humano se distingue de los animales por el pensamiento y el discernimiento y por ello busca la perfección, que alcanzará ejercitando las virtudes, ordenando sus apetitos y placeres, buscando en todo el equilibrio y evitando el exceso y la desmesura”. Asimismo, confiesa su experiencia: “Busqué constantemente el conocimiento y la verdad, y descubrí que para tener acceso al esplendor y la cercanía de Dios, no hay mejor manera que la de buscar la verdad y el conocimiento”.
Los conceptos visuales de Alhacén son 22: luz, color, distancia, posición, volumen, figura, tamaño, dispersión, concentración, número, movimiento, reposo, aspereza, lisura, transparencia, opacidad, sombra, oscuridad, belleza, fealdad, semejanza y diferencia. Por eso mismo nos dice nuestro óptico: “El color también produce belleza debido a que cada uno de los colores brillantes, como el rojo purpúreo, el color púrpura, el verdoso, el rosado y otros semejantes agrandan al observador y deleitan la vista al contemplarlos. Por eso, nos parecen bellos los objetos manufacturados, como los vestidos, las alfombras o los instrumentos, así como los azahares, las flores y los jardines. El color produce belleza por sí mismo”.