Por: Ricardo Ríos
Será un recorrido con punto de partida en un valle furiosamente verde de la campiña italiana. La cámara conducirá hacia algún lugar escondido en la pendiente del bosque majestuoso que brota en la ladera de una montaña rosada. La perfecta armonía entre colores, vegetación y piedra invitará al misterio y al recogimiento ante todo. La cueva natural del asceta no debería estar lejos de allí. Casi que se la adivina. Parece un camino hacia una mayor proximidad con Dios.
Es en verdad la gruta de San Francisco de Asís en su esplendor. Es también el comienzo de Francisco de Buenos Aires, el documental de reciente estreno que retrata en imágenes y testimonios la transformación de Jorge Bergoglio en Francisco, el primer Papa latinoamericano de la historia.
Con la presentación de esta co-producción argentino-italiana, dirigida por Miguel Rodríguez Arias, se inaugura una saga de realizaciones cinematográficas que abordan vida y obra del hombre nacido en la Argentina que llegó al puesto más empinado de la Iglesia.
Misión de alto riesgo para Rodríguez Arias –y para cualquiera– la construcción de un relato visual y argumental del sacerdote que, ya casi octogenario, pasó del inexorable ostracismo que le imponía el calendario, a convertirse en uno de los grandes líderes mundiales de estos tiempos globalizados.
¿Cómo explicar el fenómeno?, ¿quién es y hacia dónde va este hombre hasta ayer virtualmente olvidado en su patria y hoy convertido en líder de multitudes magnetizadas por su presencia y su estilo descontracturado?, ¿quién es Bergoglio?, ¿quién es Francisco?
El realizador de Francisco de Buenos Aires deja las respuestas en boca de aquellos que más podrían presumir de conocer al Papa: sacerdotes, periodistas especializados, escritores, funcionarios, dirigentes sociales y religiosos de otros cultos, amigos de los años mozos y hasta su hermana María Elena.
Con el correr del documental de poco más de una hora, como si fuera un rompecabezas, el espectador podrá ir armando al personaje a través de las diferentes piezas que ofrecen quienes testificaron sobre lo que ven en él. Así, se configura
una línea argumental netamente biográfica, aunque no ajustada a los rigores de una cronología formal. Se propone una dinámica de saltar y volver en el tiempo.
Tal vez en este renglón aparezca la mayor flaqueza. Por valiosas que resulten, hay una sobreabundancia de definiciones y anécdotas que requieren demasiada concentración. No hubiera estado mal recortarlas para privilegiar imágenes que hablen por sí solas, estableciendo de paso necesarias pausas para que el espectador elabore una mejor interpretación de lo que le están contando. También se extraña a un narrador en off que juegue el papel de moderador. Esa carencia se advertirá especialmente cuando el documental plantea posibles paralelos entre las figuras de San Francisco de Asís y la de Juan XXIII (“El Papa Bueno”) con la de Bergoglio. El planteo, que parece certero, al fin queda inconcluso.
El punto fuerte: la potencia de las imágenes de Francisco Papa, que no por vistas dejan de conmover. Su llegada al sillón de Pedro, la primera gira en Brasil o pasajes de sus homilías más célebres. También sacude el rescate de sus intervenciones, como arzobispo porteño, en una despoblada Plaza Constitución, contra la trata de personas y el trabajo infantil.
EN RODAJE
“Francisco: recen por mí”
“Francisco, recen por mí” es el nombre de la película en la que darío grandinetti encarna a Jorge Bergoglio. Es una coproducción argentino-española, dirigida por Beda Docampo Feijoo, que recrea los años del Papa como seminarista y como cardenal antes de su gran consagración. Se estrenaría en enero de 2016.
“El Papa
de la gente”
La otra realización , “Llámenme Francisco, el Papa de la gente”, tendrá en el rol protagónico a Rodrigo de la Serna. En este caso es una coproducción argentino- italiana que tendrá como director al italiano Daniel Luchetti. El rodaje demandará una inversión de 12 millones de dólares y la participación de mil extras.