Los actuales desafíos culturales donde todo parece válido y sostenido por el pleno uso de una libertad sin ejercicio de responsabilidades, incluidas las sociales, ubican a la escuela como un lugar contenedor en un mundo que expulsa, aísla y segrega.
Una realidad que resalta el rol de los establecimientos confesionales, que deben alcanzar un valor agregado a la instrucción. Así lo destacan los participantes del Foro Juvenil Barrial, experiencia piloto con alumnos de distintos colegios, tanto de gestión privada como estatal, que tuvo como centro
el barrio de Villa Urquiza.
Esta iniciativa se articula con la Escuela de Vecinos, impulsada por la Vicaría de Educación y la Fundación Eforo, con los auspicios del Instituto de Diálogo Interreligioso y la Fundación Noble, como también distintas organizaciones sociales. Motivan a asumir y multiplicar en la sociedad civil los espacios que tiendan a mejorar la participación y el compromiso ciudadano, desde la diversidad y desde los valores, incluidos los religiosos.
Subrayan la imprescindible comunicación de principios perennes y de una espiritualidad que permita a cada alumno reconocerse como persona, para descubrir el sentido de la vida y el transitar como comunidad, promocionando la convivencia. Lo cual no resulta fácil, por tanto la realidad interpela: ¿Se logra ese objetivo? ¿Cómo puede alcanzarse? ¿Cuál es la mejor manera de plasmar esa meta tras tantas opor tunidades f rus t r ada s ? ¿Cómo se lleva a cabo esa comunicación de la fe?
Más de medio millar de alumnos de escuelas medias y primeros años de distintas universidades estuvieron acompañados en las conclusiones, entre otros, por el presidente del Consejo de Educación del Arzobispado de Buenos Aires, José María del Corral; el responsable de educación del Centro Islámico de la República Argentina, Emir Jarnub, y los profesores Viviana de Matteis, Rosana Fernández y Julio Nardini. Los jóvenes señalan, en general, que nada debe pasar por la imposición o manipulación de ideas o costumbres, por el contrario se transita por el ofrecer. “No importa la creencia de cada uno, lo válido es el reconocimiento de Dios y lo que hago, no con quien lo hago”, arma Damían Aruj, joven judío.
Sustancialmente, coinciden los participantes, se modicó aquel tan escuchado “No porque No” para reemplazarlo por un “No porque Sí”. Un “Sí” que se abre a alcanzar la plenitud como persona, de cada una y de la comunidad toda. Sin duda se da paso a reconocer los valiosos senderos de lo positivo. “Son semillas, concuerdan, que se ubican en un momento esencial y darán fruto. No podemos poner fecha, ni día de vencimiento, ni de oración.
Habrá que aguardar, con paciencia sin dejar de cuidar, para que en un proceso lógico de maduración puedan abrirse al mundo y mostrar que aquellos esfuerzos, aquellas palabras, aquellos testimonios no sólo fueron escuchados y aprendidos, sino puestos en ejecución y encarnados”.
Siempre es una búsqueda, y el diálogo, convencimiento y la perseverancia son herramientas insustituibles. No tenemos todo resuelto, mucho queda por hacer y en el encuentro con los otros esta la llave para destrabar el andar, según coinciden los mentores. Al joven lo motiva el hacerse solidario o emprender una misión. Es propio de la edad y son los despertares. Justamente con los otros y en el hacer se van haciendo libres y comprometidos. La
educación en la fe y en los valores es algo complejo, difícil y a veces difícil de decodicar. La animación no se maneja con circulares o notas, se maneja circulando y dando testimonio. Hugo Chantada