María Montero
En un acontecimiento que rápidamente se convirtió en la manifestación de fe más importante del país, todos los años desde 1975 miles de fieles realizan el primer fin de semana de octubre la peregrinación juvenil a pie a Lujan. El pasado fin de semana se llegó a la edición número 50 comprobándose una vez más que la concurrencia sobrepasa largamente los ámbitos juveniles para congregar a una multitud heterogénea con consignas y pedidos también diferentes, con lemas colectivos que varían con el pasar de los años y que refieren a la coyuntura que se vive en la patria.
Si bien ya en 1969 los sectores más pobres, especialmente quienes habitaban en villas de emergencia, peregrinaban a Luján en tren o en micro, no debe extrañar que la primera peregrinación a pie se diera en 1975, un tiempo particularmente convulsionado y violento en el país. En materia eclesiástica, el Concilio Vaticano II había abierto años antes la puerta de una renovación en la Iglesia, dando más participación a los laicos y procurado estar más presente en el mundo, no sólo atendiendo las necesidades espirituales, sino asumiendo un mayor compromiso con los anhelos y las necesidades de la gente.
Como la sociedad en general, la Iglesia y los jóvenes estaban divididos. Se necesitaba algo que los uniera. Se buscó, entonces, algo muy acendrado en el pueblo cristiano que es el amor por la Virgen de Luján. Fue así que el padre Rafael Tello, un prestigioso teólogo y profesor que trabajaba con grupos juveniles de la ciudad de Buenos Aires, decidió impulsar una peregrinación juvenil al santuario de la patrona de los argentinos. En una reunión con sacerdotes que coordinaban grupos en parroquias y otros de villas, les propuso su idea que fue recibida con sorpresa y un poco de escepticismo.
Ese encuentro, en el que participaron los padres Raúl Rossi, que reunía a jóvenes de Villa Urquiza; Daniel de la Sierra, de la villa 21 de Barracas; Titín Della Barca, de Flores; Gustavo Larker, de Belgrano, Mamerto Menapace y Joaquín Sucunza, entre otros, fue el inicio de la gestación de la peregrinación, aunque acaso nadie -o casi nadie- imaginaba la dimensión que iba a tomar con el paso de los años. Claro que no era fácil concretarla. Eran años en que cualquier reunión pública de jóvenes era vista con desconfianza.
El padre Raúl Canali cuenta que “tenía 19 años y participaba de un grupo juvenil que se reunía con el padre Tello en el Colegio Episcopal de Devoto. Cuando nos presentó esa idea nos cayó como un baldazo de agua fría. ¿Cómo íbamos a invitar a otros compañeros a caminar de día y de noche hasta Luján? Nosotros mismos no sabíamos lo que significaba porque no era costumbre ir a ese santuario. Pero de todas maneras la idea nos entusiasmó. Creo que lo pudo presentar así porque fue una inspiración divina y porque la imagen de la Virgen es clave para la fe católica”, opina.
La profética idea del padre Tello prendió rápidamente entre los jóvenes que comenzaron a formarse con textos y documentos que llegaban a los movimientos juveniles desde el equipo organizador. Elba Romitelli fue una de esas jóvenes. “Era un momento muy particular de la Argentina. Queríamos meternos en la realidad desde el amor, pedirle a la Virgen que nos ayude y nos una, pero nos costó mucho convencer a algunas personas de la iglesia”.. De hecho, el cardenal Antonio Caggiano, que era el arzobispo de Buenos Aires, no la autorizó.
También el padre Larken, aunque apoyaba la idea, tenía sus dudas. “No sabíamos qué iba a pasar”, recuerda. “Creíamos que íbamos a ser unos 2500 o 3000 jóvenes, pero llegamos a ser 30.000. Era una locura. Algunos hablaban de 50.000. Caminábamos -señala- por la avenida Rivadavia que era una mano de ida y otra de vuelta. El grueso de la columna iba por la derecha y la de la izquierda estaba libre para el tránsito”.
“Nosotros, como grupo organizador, caminábamos agarrados de la mano para mantener a los jóvenes sobre la derecha de la avenida –evoca Romitelli-, encolumnados detrás de la imagen de la Virgen. Delante iba la ‘Titina’, como llamábamos a la camioneta del padre Titín y detrás una estanciera destartalada de Sucunza con comida, bebida, abrigos y elementos de primeros auxilios”.
Como no había asistencia, ni puestos organizados en el camino, los peregrinos iban a los baños de las estaciones de servicio o a casas particulares de personas que se los ofrecían. Muchas familias sacaban las mangueras de sus jardines para abastecerlos de agua. La solidaridad del pueblo estaba en marcha.
Marcelo Mitchell, otro de los jóvenes que se unieron a la propuestaen su inicio, ubica ese momento en un proceso sociopolítico muy difícil: “En las paredes de las calles había pintadas de grupos armados. La Iglesia y las distintas asociaciones juveniles estaban separadas. En esa época solo los sectores populares iban a Luján, mientras que los sectores medios no entendíamos lo que era la religiosidad popular.
“Fue la peregrinación lo que marcó la unidad”, destaca Michel. “La Virgen logró unir a todos los jóvenes del país en un hecho evangelizador; los de la Acción Católica, los Cursillistas, los de los colegios, los de los barrios más pobres. De golpe se limaron las asperezas y nos unimos todos. Fue obra de la Virgen”, exclama.
El lema de la primera peregrinación fue “La juventud peregrina a Luján por la Patria”. Este año, medio siglo después fue: “Madre, bajo tu mirada buscamos la unidad”. A pesar de los años y las circunstancias parece coexistir el mismo rezo. En su 50° edición vuelve a ser un llamado de profunda significación espiritual con sentido comunitario testimoniado en familias, jóvenes, ancianos y personas de todas las procedencias que se unen en este camino con una meta común de ruego a la Virgen.
En este mismo sentido, la homilía de la misa que presidió el pasado domingo monseñor García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires frente a la basílica de Luján, fue una convocatoria a la unidad nacional y a la importancia de “la humildad de trabajar con otros, generar acuerdos y tender puentes”, manteniendo la impronta fundamental de la solidaridad con los pobres y la defensa y dignidad de la vida.
La imagen de la Virgen María que eligió quedarse en Luján allá por 1630 -hecho del cual se cumplirán 400 años en 2030-, sigue siendo el faro que guía a los peregrinos a través de las décadas. Tal como lo testimoniaron antes de la misa un grupo de los primeros organizadores y participantes de la caminata, que ya no recorre a pie los 63 km, pero lo siguen haciendo en su corazón.
Fuente: VR