Por: P. Guillermo Marcó
En septiembre partí con 20 jóvenes de mi parroquia a misionar a un pueblito del Chaco. La gente nos esperaba con gran expectativa, Es difícil transmitir lo que se vive allí. Las risas, las miradas transparentes, la amabilidad en las costumbres, nacen casi espontáneamente de esa gente de campo, que da sin esperar recibir. ¿De dónde les brota esa felicidad si padecen tantas necesidades? Porque, en primer lugar, no tienen agua; la que usan la sacan de sus pozos o aljibes y cuando nosotros llegamos hacía siete meses que no llovía. Sin lluvia no se siembra, por lo tanto, nohay trabajo y la comida escasea. En salud no están mejor: nuestra médica detectó varios casos de desnutrición. En la salita de primeros auxilios, hacía tres meses que no tenían enfermera. Por lo demás, la escuela es multigrado; hay chicos en cuarto grado que leen y escriben con serias dificultades.
Cuando llegué de regreso a Buenos Aires era lunes, la ciudad des - pertaba a su caos habitual, me crucé con gente bien vestida que caminaba como autómata con la cara larga. Otros se insultaban en medio del tráfico, el ruido y la agitación urbana. Ello me suscitó lapregunta: ¿Por qué vivimos tanmal teniendo tanto en contraste con los chaqueños de la misión? Si tuviera que titular una nota sobre la experiencia en el Chaco pondría: “Cómo se puede ser feliz con casi nada”. Y si tuviera que -titular otra sobre mi impresión recogida en las calles porteñas escribiría: “Cómo se puede tener mucho y no valorarlo”.
La experiencia sobre la auténtica felicidad se repitió pocas semanas después en la peregrinación a Luján, que no deja de sorprender me año a año. Según datos de la policía, 1.300.000 personas (300.000 más que el año pasado) caminaron esta vez a Luján.¿Cómo se junta tanta gente? No
marchan porque los trajeron pag-a dos. Tampoco porque se gastan millones en publicidad en los medios. Ni porque participan de una maratón, hoy tan de moda. Si así fuera la gente llegaría a la plaza de Lujan y se volvería a su casa. Pero no, la gente entra a rezarle a la Virgen. Allí en el enorme templo desprovisto de bancos, una incesante marea humana entra a confiarle a esa madre pequeñita sus agrade - cimientos y peticiones. Ella es quien los atrae cada año. Cien personas cortan una calle y son noticia. Pero 1.300.000 jóvenes caminan 60 km a Lujan y sóloserán noticia si el Cardenal Jorge Bergoglio en la misa critica supuestamente al Gobierno. Como este año el arzobispo de Buenos Aires pareció no hacerlo y, además,
se murió la Negra Sosa, sencillamente fuimos casi invisibles. Entonces me percaté de que lo que nos hace felices a muchos no necesariamente
es noticia. Durante la semana que pasó estuve de retiro espiritual en un convento de monjas benedictinas de clausura. Son mujeres que renunciaron
a su libertad para ser libres interiormente de las cosas del mundo. Todas visten igual, cantan con una sola voz, armónicamente. Renunciaron a pintarse como una puerta para estar más visibles o hermosas. Sin embargo, hay que ver sus rostros, sus miradas para entender todo: Se las ve felices... Tres fenómenos distintos: pobres sin nada material, pero llenos de Dios; jóvenes que, a través del sacrificio, expresan la alegría de llegar juntos a los pies de la Virgen María; mujeres que hicieron de la oración una forma de vida. En las tres experiencias volví a confirmar por dónde pasa la búsqueda de la felicidad y recordé aquella frase de San Agustín: “Nos hiciste Señor para Ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que no te encuentre a Ti”.