Por: Ricardo Ríos
Para encontrar el alma de Polonia, debes buscar en Cracovia”. Esto dijo a comienzos del siglo pasado el dramaturgo y novelista Wilhelm Feldman, uno de los padres de la “literatura polaca contemporánea”. El escritor seguramente acuñó esa frase inspirado en la belleza incomparable de una ciudad, situada en los márgenes del río Vístula, cuyo centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Aunque quizás Feldman se refería a que Cracovia fue capital de Polonia durante gran parte de la historia de ese país. Ya no lo es, pero sigue vigente como uno de los centros económicos, culturales y artísticos más importantes del este de Europa. También cabe pensar que el autor de “Los Tribunales de Dios” se sintiera inf luido por los aires de leyenda que aún se respiran en una ciudad donde antiguamente se coronaban los reyes polacos, quienes a su muerte eran enterrados con toda la pompa en la catedral de Wawel.
En cualquier caso, ninguna de esas razones invocó el Papa Francisco al anunciar durante su reciente estadía en Río de Janeiro, que Cracovia será la sede de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, en 2016. Públicamente no explicitó el porqué de esa elección. Como sea, quedó la sensación de que se trata claramente de un tributo de Francisco a la figura de Juan Pablo II, el Papa polaco que manejó el timón de la Iglesia desde 1978 hasta su muerte en 2005; y que en poco tiempo más será canonizado. Lo cierto es que la ceremonia de canonización del hoy beato Karol Wojtyla (y también de Juan XXIII) se concretaría en la Solemnidad de Cristo Rey, en noviembre, o el 27 de abril de 2014, en el Domingo de la Misericordia, según adelantó el Papa a los periodistas que lo acompañaron en el avión de regreso a Roma.
“Juan Pablo II fue un gran visionario de la Iglesia. Un hombre que llevó el Evangelio a todos. Es un San Pablo, un grande”, dijo. Cracovia es la ciudad de la que Juan Pablo II fue arzobispo desde 1962, y cardenal desde 1967 hasta el 16 de octubre de 1978, cuando fue elegido Pontífice tras la muerte de Juan Pablo I. Nacido en 1920 en la ciudad de Wadowice (a 50 km de Cracovia), Wojtyla tenía 18 años cuando llegó al sitio que dará marco a la próxima JMJ, para matricularse en la Universidad Jagielónica, donde cursaría estudios de filología.
Si los jóvenes polacos que concurrieron a la JMJ en Río explotaron de júbilo cuando Francisco anunció Cracovia 2016, agitando sus banderas rojas y blancas, tampoco ocultó su satisfacción el cardenal Stanislaw Dziwisz, arzobispo de Cracovia y ex secretario personal de Juan Pablo II durante más de 40 años: “Es una alegría y una gran responsabilidad, ya que coincidirá con el 1050° aniversario del bautismo de Polonia”, manifestó Dziwisz, al dar cuenta de su gratitud de que Francisco aceptara la invitación del gobierno y del Episcopado polacos. Hay que decir también que Juan Pablo II fue el precursor de estos encuentros. En efecto, la Jornada Mundial de la Juventud se creó en 1984, cuando tras concluir el Año Santo de la Redención, el entonces Pontífice entregó una cruz de madera de cuatro metros de alto a los jóvenes, invitándolos a llevarla por todo el mundo.
Está claro que Juan Pablo II ya será santo al momento de la próxima JMJ. Lo que está por verse en cambio es qué grado de participación habrá en Cracovia. Será todo un desafío superar o empardar la masividad conseguida en Río. El año pasado, el diario polaco Tygodnik Powszeecny planteaba la crisis de la Iglesia en Europa: ”Menos practicantes, menos vocaciones, menos apoyo para la ética cristiana, menos autoridad del Vaticano”, opinaba entonces este periódico.