Por: P. Guillermo Marcó
Hace algunos días el historiador Juan Pablo Romero publicaba un artículo en el diario “La Nación” titulado: “Un inquietante avance del clericalismo”. Allí opinaba lo siguiente: “La Corte Suprema examina en estos días el reclamo de un conjunto de ONGs de Salta, por la discriminación de niños no católicos en las es- cuelas públicas, donde la enseñanza de la doctrina católica es obligatoria. Reclaman por la igualdad de derechos y contra la discriminación de los ciudadanos. El caso, sin embargo, llama la atención sobre el papel de la Iglesia Católica en la enseñanza pública y, más en general, sobre un cierto avance del clericalismo, entendido como la prerrogativa asumida por los clérigos de dirigir los asuntos públicos”.
Con todo respeto, creo que el planteo atrasa. En el mismo artículo el autor hace referencia a Chile, donde dice se ha dado una efectiva separación entre la Iglesia y el Estado, cosa que es absolutamente cierta.
Acabo de volver de Chile, donde tuvo lugar el segundo encuentro “América en Diálogo”, una perspectiva desde la Laudato Si. Los organizadores fueron la Cancillería chilena y el Instituto de Diálogo Interreligioso (IDI). Chile inició hace dos años una convocatoria desde el propio gobierno a todos los representantes de comunidades religiosas para elaborar juntos un código de ética, sobre el respeto a las diferentes tradiciones religiosas, sus festividades y tipos de comida, que está siendo discutido e implementado en las instituciones del Estado y en empresas privadas. Se ha abierto también a la presencia y asistencia espiritual en cárceles y hospitales.
En Chile hay enseñanza de la religión católica en las escuelas públicas. El gobierno en lugar de suprimirla está estudiando la posibilidad de que se amplíe a enseñar sobre otras tradiciones.
La encuesta realizada por el CONICET en el año 2008 arrojó que el 74,5 % de los argentinos adhería a la religión católica; el 9% a la evangélica, cerca del 2 % a los mormones y los Testigos de Jehová y otro tanto eran judíos y musulmanes. En Chile, en una encuesta realizada a la comunidad mapuche, el 55% se decía católico y un 37 % declara ser evangélico. La Iglesia en Argentina posee, además, una cantidad enorme de escuelas. En todas ellas se imparte enseñanza religiosa. Sin embargo, no es garantía ninguna de que los egresados sean todos católicos.
La religión es una parte integrante de la vida, por demás importante para la mayoría. La enseñanza sobre las diferentes tradiciones religiosas debería ser parte integrante del saber de cualquiera. En vez de discutir por una minoría molesta la supresión de la enseñanza religiosa en una provincia donde la población es mayoritariamente católica, deberíamos discutir la posibilidad de la enseñanza religiosa en las escuelas de todo el país como aprendizaje sobre las diferentes tradiciones para profundizar algo tan bueno que tenemos que es la buena convivencia interreligiosa.
Muchos padres desencantados con su fe o con matrimonios mixtos (diferente religión) dejan a sus hijos la libertad de elegir su religión cuan- do sean grandes. La escuela y una enseñanza objetiva sobre el conjunto de valores de las diferentes tradiciones podrían ser un vehículo para una mayor libertad a la hora de elegir cómo relacionarnos con Dios. Aun a un ateo bien intencionado le vendría bien saber sobre lo que otros creen para poder comprender mejor a sus semejantes. Al fin y al cabo de eso se trata la escuela.