Jueves 21.09.2023

SOCIAL. UNOS 120 CHICOS YA SE BENEFICIAN CON EL NUEVO ESPACIO EDUCATIVO.

El amor del cura Brochero sigue inspirando obras.

Por: María Montero

Tras leer la vida del futuro santo, el párroco de la iglesia Virgen de Luján, en Parque Patricios, decidió levantar un jardín para chicos de las villas y conventillos de la zona con eje en la contención.
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En medio de calles envejecidas y empedrados rotos por los camiones que transitan una zona en la que confluyen los barrios porteños de Barracas, Parque Patricios y Pompeya, dos casas antiguas, pegaditas a la parroquia Virgen de Luján, unidas entre sí, restauradas y hermosamente pintadas, dan lugar al Jardín de Infantes Cura Brochero.

Las sillas se disponen prolijamente alrededor de sus mesitas petisas. Los juegos, el patio, todo es colorido y sencillo. En cada espacio se respira el amor con el que se recibe a los 120 chicos que hoy cubren todas las vacantes de las salitas de 1 a 5 años, provenientes de la Villa 21 y 24, de los barrios Zabaleta, MTL y Ferroviario, conventillos y fábricas abandonadas.

La presencia de escuelas de la Iglesia católica se hace cada vez más evidente en villas y zonas vulnerables de Buenos Aires. La inauguración del Nivel Inicial Cura Brochero es una muestra de lo que sucede cada año en barrios asistidos por los “curas villeros”. Esta vez fueron dos salas para 4 y 5 años, que dan continuidad a las de 1, 2 y 3, que funcionaban en una de las casas. Y que dan tranquilidad a los padres que trabajan. De hecho, hay una larga lista de espera.

La iniciativa comenzó con un retiro espiritual, en 2013, cuando el padre Juan Isasmendi, encargado de la parroquia, leyendo un libro que recorre la vida del santo cura Brochero, (pronto se conocerá la fecha de su canonización), sintió que se le “fijaba en el corazón hacer un Jardín para los chicos”, como él mismo describe. Juan, que vive en la villa 21, cuenta: “Muchos padres
venían a verme para conseguir un lugarcito y dejar a sus hijos mientras ellos trabajaban”. Y allí mismo le pidió al santo que lo guiara.

“Dios acompañaba de tal forma, que parecía una decisión tomada por El de antemano”, cuenta. La escuela es gratuita, de gestión social. Además de la Iglesia, recibe ayuda del gobierno porteño y de las fundaciones Roemmers y Essen.

Los chicos proceden de familias de origen peruano, boliviano, paraguayo, brasileño y de argentinos del norte y noreste. Sus padres son obreros, herreros, carpinteros, y las madres trabajan en talleres, fábricas o casas de familia. Juan asegura que la gente humilde valora la educación mucho más de lo que se cree y se ayudan entre ellos para no perder las vacantes de sus hijos.

Esto lo confirma el padre Lorenzo “Toto” de Vedia, párroco de Nuestra Señora de Caacupé y administrador parroquial de Virgen de Luján. “No se puede ser individualista en la villa, todos son muy solidarios porque están interconectados”, asegura. Y describe: “Así como entre vecinos pueden tener un problema con la luz o el agua que comparten, también pueden quedarse toda la noche cuidándose si se necesitan”. Es por eso que le da mucha importancia a que las escuelas nazcan de la realidad de la villa, con gente que tenga conciencia de lo que pasa allí.

Con ese criterio, el padre Juan convocó a Jesica Sampertini como directora, una joven docente que en su adolescencia había trabajado en la 21, con el padre Pepe di Paola, dando catequesis y apoyo escolar, gentileza vicaria de educación y había coordinado un grupo de chicas, en la de Bajo Flores.

Sampertimi revela que siempre estuvo inclinada a la acción social desde la fe y esta iniciativa se une
a su vocación docente. “El proyecto me enamoró en el acto porque me permite desplegar la pasión por acompañar a las familias desde lo pedagógico y desde una realidad más íntegra”. El sentido pastoral de este ideario educativo está basadoen la experiencia de la ternura de Dios, “porque El fue así con nosotros”, dice el padre Juan.

Y señala: “En este año jubilar dedicado a la misericordia queremos, a través de la espiritualidad sencilla y popular de Brochero, expresar esa ternura en el trato cotidiano con las familias y en un camino que abraza existencialmente a cada chico”.