Por: María Montero
La famosa película Patch Adams, protagonizada por Robin Williams hace varias décadas dejó al descubierto que la risa era terapéutica y algo para ser tomado en serio. El médico, que a través de una nariz roja y convirtiendo sondas y jeringas en juguetes rescataba sonrisas a niños con cáncer, abrió el camino a muchos otros que sin tener esa formación académica tomaron los mismos recursos para mejorar el estado de aquellos que sufrían o estaban solos.
Así fue como el sacerdote Guillermo Reales descubrió que ser payaso era una herramienta para expresar su vocación sacerdotal. “Cuando cursaba el seminario –relata- estaba trabajando con mi psicóloga la idea de realizar un taller de clown como un modo de expresar lo que eran mis búsquedas personales de encontrar nuevas herramientas para desarrollar mi llamado al sacerdocio. No tenía experiencia, ni argumentación teórica y dentro de la vida del seminario no es común ser payaso de hospital”. En ese momento comenzó a estudiar con la reconocida catequista y titiritera Elena Santa Cruz. Y de la mano de su director espiritual, el padre José María “Pepe” Villarino, que ejerce su tarea pastoral con los enfermos, conoció a PuenteClown, un grupo de voluntarios sin identificación religiosa, formados en las técnicas del clown, que trabajan en hospitales, escuelas en zonas necesitadas del país y geriátricos.
“Descubrí que ser payaso era una herramienta súper eficaz que iba fortificando mi propia decisión de ser cura y que también era útil a los demás”, afirma Guillermo, aunque reconoce que todo eso era muy extraño para la vida en el seminario.
“Durante un año y medio, tuve que demostrar que no me disfrazaba de payaso tipo Ronald Mc Donald con globos y cosas vacías –explica-, que el clown juega en serio y que además de la formación yo me veía reflejado desde mi propia fe. Porque si bien PuenteClown no representa la fe católica, toda la justificación –afirma-, es de una humanidad sumamente cristiana, saliendo de los parámetros más tradicionales”
Comenzó su servicio en las salas de terapia intermedia e intensiva de pediatría del Sanatorio Franchin y hoy recuerda que ese primer día como “Dr Hipólito”, su nombre de payaso, fue una de sus mayores alegrías.
Antes de ingresar a las salas –describe Guillermo-, los médicos nos hablan de los pacientes, qué tipo de enfermedad tienen, si se sienten solos, si les cuesta comer o si tienen alguna dificultad familiar, y con esos elementos armamos la estrategia y planeamos cómo vamos a abordar las situaciones”.
Entre sus muchas experiencias recuerda cuando en una sala había un bebé que lloraba mucho, conectado a diversas máquinas. Él se acercó con un instrumento que había conseguido, una especie de calabaza con cuerdas y la apoyó en su bracito mientras tocaba. “La vibración pasaba por su cuerpo y fue quedándose muy tranquila hasta que nos miramos. Fue un momento mágico y eterno”, cuenta
Como sacerdote de la parroquia y escuela Nuestra Señora de la Candelaria del barrio porteño de Floresta, utiliza todos los recursos en los campamentos del colegio y en las misas de niños. “Ahora, en tiempo de cuarentena, esas misas son por YouTube –explica-, les cuento cuentos, salen títeres a hacerles preguntas y últimamente hago magia buscando algún efecto especial”.
En la actualidad gran parte de las campañas de PuenteClown se destinan a las necesidades de la parroquia que asiste a 120 familias por semana.