¿Qué piensan de los políticos?, suelo peguntarle a los adolescentes que están finalizando su secundario, en mi recorrida por los colegios. Un silencio incómodo aparece como primera respuesta. Luego, las caras y los gestos parecen decir ‘no perdamos el tiempo’, o lo dicen directamente (alguno irrumpe mostrándose comprometido). ¿Una señal más del descreimiento y la sospecha imperantes? ¿Qué hicimos nosotros, como sociedad, para generar este rechazo o este silencio? ¿Cómo nos hacemos cargo de esta actitud que los lleva a dejar la cuestión en manos de unos pocos que se atreven? Estos adolescentes son los que con gran entusiasmo y empeño se juegan por tantas causas sociales y solidarias que los reclaman. ¿Qué deberíamos cambiar, entonces, para estimularlos a tomar parte en esta ineludible dimensión de la vida compartida, que es la política?