Por: Sergio Rubin
¿Tienen las religiones históricas una misma posición acerca de cuándo comienza la vida? ¿Se basan en un criterio religioso, moral o científico? ¿Tienen entre sus corrientes internas la misma postura o difieren en matices y hasta en cuestiones centrales? ¿Qué aconsejan para prevenir un embarazo “no deseado”? ¿Qué proponen ante un embarazo “no deseado”?.
Reunidas por Valores Religiosos, una médica católica y otra evangélica, una rabina y musulmana que enseña cultura islámica respondieron a estos interrogantes que cobran especial vigencia ante el inicio del debate parlamentario sobre la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo.
“El catolicismo afirma que la concepción de un ser humano se inicia en la fecundación”, dice la doctora Zelmira Bottini de Rey, médica pediatra y vicepresidenta del Instituto para la Familia de la UCA. Agrega que “los adelantos científicos han podido determinar con precisión que la fecundación es el proceso a partir del cual se une el núcleo del óvulo con el del espermatozoide dando lugar a un nuevo ser humano al que se denomina huevo, cigoto o embrión unicelular. En síntesis –redondea-, fecundación y concepción son coincidentes”. Los evangélicos tienen, centralmente, la misma posición. La doctora Ana María de Parini, médica ginecóloga y obstetra, miembro del departamento de Bioética de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA) afirma que “la vida comienza con la concepción, es decir, con la unión del óvulo y el espermatozoide”. Y señala: “el espermatozoide fertiliza y el óvulo concibe”.
En la doctrina judía no hay un único principio, dice la rabina Silvina Chemen, de la Comunidad Bet El. “La gestación del bebé es concebida en diferentes períodos”, señala. Y detalla: “Desde la concepción hasta los 40 días el feto es considerado en el Talmud de Babilonia (el mayor compendio de interpretación rabínica), en el tratado de Ievamot 69B, como agua, maia bealma hi. No tiene siquiera una palabra que lo denomine, es líquido. En otro texto talmúdico, en el tratado de Nida 8h, se determina que una mujer es considerada embarazada desde los tres meses de gestación”. Finalmente, el Islam “defiende la vida desde su mismísimo inicio”, señala la licenciada Nancy Falcón, docente de Cultura Islámica en la Universidad de San Martín. “Toda vida es sagrada, es un don de Allah y su creación”, dice. Con todo, aclara que “el Corán describe con asombroso detalle las etapas del desarrollo embrionario hasta la formación del feto en el vientre materno, pero no especifica el momento exacto donde se inicia la vida biológica”.
Para el catolicismo, puntualiza Bottini de Rey, el inicio de la vida es “una posición religiosa que está confirmada por las ciencias”. Desde la perspectiva evangélica, Ana María de Parini señala que “la ciencia siempre es coincidente con las Sagradas Escrituras porque fe y ciencia no se contradicen”. Y completa: “Mi posición está fundamentada en la ciencia como médica, en la ética y, más que en lo moral, en los principios de la fe cristiana: el mandamiento universal ‘no matarás’”. Chemen dice que “los judíos nos basamos en legislaciones que no separan lo religioso de lo ético porque los caminos de la fe y su práctica devienen indefectiblemente en conductas éticas. Teniendo en cuenta -añade- el avance de la ciencia, no podría afirmar que las determinaciones legales judías sean estrictamente científicas”. Falcón afirma que “en principio, podemos decir que es una posición religiosa, pero que va de la mano de una posición moral y científica. Nada que indique el Sagrado Corán o la tradición profética contradice estos tres aspectos, sino que los enriquece y acompaña”.
Bottini de Rey aclara que en el catolicismo no existen diversas posiciones sobre el inicio de la vida, mientras que la doctora de Parini señala que tampoco en “la mayoría de los evangélicos, sino que sostenemos que debe protegerse la vida del niño por nacer y de la madre que lo lleva en su vientre”. No obstante, acepta que “pueden existir grupos aislados con otra posición al respecto, pero que no representan a la mayoría”. Chemen explica que en el judaísmo “el tema de la vida, como todos los temas que atañen a lo humano, a lo social, a la fe, al planeta, están en constante discusión y revisión. El pueblo judío ha desarrollado a lo largo del tiempo diferentes movimientos que se nuclean alrededor de ciertas formas de interpretar. La ley judía –precisa- no tiene la característica de nomos absoluto, total y eterno, que responde a una única autoridad suprema”. Falcón dice que en el Islam “existen diferencias entre las escuelas jurídicas, los distintos referentes o autoridades en cuanto al momento exacto en donde existe vida”. Puntualiza que “hay quienes sostienen incondicionalmente la vida desde la fecundación, otros desde la implantación del óvulo en el vientre materno; diferentes sabios, en el paso del embrión al feto, es decir, aproximadamente a los 40 días. Y finalmente otros, en el momento en que Allah insufla su Ruh o espíritu en el vientre materno a los 120 días”.
Con respecto a la prevención del embarazo no deseado, Bottini de Rey dice, ante todo, que “preferiría hablar de embarazo imprevisto”. Luego, subraya que “la verdadera prevención pasa por la educación. Esta implica que varones y mujeres posean conocimientos precisos sobre su fertilidad, autogobierno frente a sus impulsos y que hayan desarrollado verdadera libertad y responsabilidad ante sus actos”. La doctora de Parini menciona la “educación sexual integral verdadera con valores éticos. Hemos hecho una ley de Educación Sexual junto a la doctora en Psicología Clínica Mabel Borghetti desde el 2004, reformada en 2017, respetando el ciclo evolutivo psicológico sexual de cada niño/niña y adolescente, junto con los aspecto sociales y espirituales”.
Para la rabina Chemen precisamente la problemática del aborto “alerta fuertemente también sobre un sistema que no articula todas las dimensiones de una sociedad para que este tema no nos escandalice”. En ese sentido, menciona “cuestiones de educación sexual integral, posibilidades de estudio, trabajo, inclusión social, garantías jurídicas, que ofrezcan un contexto en donde la dignidad de la vida y el respeto por el prójimo sean una variable valiosa”. Además, dice que “en la tradición judía el tema de la anticoncpeción es también variable de acuerdo a las fuentes y sus interpretaciones”. Pero puntualiza que “en líneas generales es aceptado el uso de métodos anticonceptivos (aún cuando no se haya establecido una familia) en los casos en que el embarazo puede ser un peligro para la madre o si se sabe con certeza que el bebé se podría ver afectado por una enfermedad congénita seria o por alguna anormalidad. También se toma en consideración –dice- necesidades psicológicas de la madre y hasta económicas de la familia”. Por su parte, Falcón afirma que “la educación sexual es bienvenida en toda sociedad y se convierte en una de las mejores formas de prevención”. Pero advierte que la sexualidad “no se debe promover públicamente incitando a la promiscuidad, sino respetándola y quedando reservada al ámbito privado”. Y destaca que “dentro de la concepción islámica, los métodos anticonceptivos no están prohibidos, lo cual los convierte en una importante herramienta de prevención”.
En cuanto a la actitud ante el hecho de un embarazo imprevisto, Bottini de Rey dice que en primer lugar hay que “reconocer las reacciones que suscita (estupor, temor, angustia) tanto en la madre como en el padre para poder manejarlas. Luego habrá que realizar el proceso de aceptación de que un ser humano indefenso e inocente se está desarrollando y que ya, desde el inicio, estableció un vínculo con la madre. Después habrá que analizar cómo afrontar la situación según las posibilidades reales y concretas que se viven. Es un proceso difícil y casi imposible de realizar sin el acompañamiento y sostén de personas idóneas”. Entre los evangélicos, la doctora de Parini cuenta que se ocupan de “detectarlo, contactarse con la madre y la familia si existiera, asistirla con un grupo interdisciplinario de profesionales porque a veces hay otros factores de riesgo agregados como groga, ETS, HIV, pobreza”. Aunque subraya que “no siempre en ámbitos de pobreza extrema se dan los embarazos adolescentes. Y fundamentalmente educación sanitaria y sexual”.
Su turno, Chemen sostiene que “una mujer que queda embarazada y ‘no lo desea’ es un sujeto atravesado por un sinnúmero de circunstancias que la llevan a querer interrumpirlo. Hay que poder acompañar a cada uno de los casos –señala- con el respeto y la responsabilidad que corresponde”. Mientras que, según las diferentes corrientes islámicas, dice Falcón, “si la mujer desea interrumpirlo, las posibilidades para realizarla tienen que ver sólo con situaciones excepcionales tales como: malformaciones graves en el feto, peligro para la vida o la salud mental de la madre, que esta sea discapacitada física o mentalmente que le impidiera criar a su hijo o que haya sido violada y no desea el fruto de esa situación traumática. En todos los otros casos –aclara- está prohibida la interrupción del embarazo”.