Domingo 16.03.2025

JUDIOS

En busca de la auténtica coherencia

Por: Daniel Goldman

Del Pesaj y a Shavuot. Un período de reflexión sobre la brecha entre lo que profesamos y lo que hacemos.
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Según el calendario judío, a partir de la segunda noche de Pesaj (31 de marzo), comenzamos la llamada “cuenta del omer”. Ella consiste en incluir una oración durante la liturgia vespertina, en la que computamos los días que van transcurriendo desde esa noche hasta la fiesta de Shavuot (20 de mayo). En la antigüedad en cada jornada de este período se llevaba la ofrenda del Omer (una medida de cebada) al Templo de Jerusalen. Esta plegaria liga la festividad de Pesaj, en la que se rememora la liberación de Egipto, con Shavuot, en la que se evoca la entrega de los Diez Mandamientos, porque si Pesaj simboliza la liberación física, Shavuot implica la libertad espiritual.

A esta explicación del por qué de este ritual, se le añade otra, menos conocida. Tiene que ver con un relato talmúdico que registra que durante esta temporada veinticuatro mil alumnos del gran maestro Rabi Akiva murieron como consecuencia de una plaga. Los sabios de la época dieron un paso más allá y se preguntaron si existió alguna razón del por qué de la plaga, concluyendo que se trató de un castigo Divino, que no fue del orden biológico (ya que los alumnos no murieron físicamente) sino del espiritual, que se produjo porque los estudiantes de Akiva (que ya eran rabinos) no se trataban con el debido respeto que supone que deben tenerse los maestros unos a otros. El rabino Kutler, un comentarista contemporáneo enseña que se esperaba que fueran ejemplos vivos de Torá, responsables de modelar los altos ideales y de asegurar que serían transmitidos de generación en generación. Pero sus modos de relacionar- se y vincularse mutuamente quebraron la visión de las utopías a las que estaban llamados a representar. La ruptura entre lo que estudiaron y lo que hicieron resultó la metáfora de una tragedia, vigente hasta hoy en tanto esta época del año es un período que reviste de aflicción: no se realizan casamientos, como señal de tristeza, y en los círculos más observantes los varones no se afeitan ni se cortan el cabello como símbolo de duelo.

Aunque esta interpretación me parezca un tanto estricta y severa, percibo que hay un mensaje subyacente muy intenso: en estos días que van de Pesaj a Shavuot, se nos pide que reflexionemos sobre la brecha entre lo que profesamos y lo que hacemos. ¿Hasta qué punto nuestras cualidades internas reflejan los sueños que declaramos? Antes de aseverar ser herederos de los diez mandamientos, se nos pide que evaluemos de manera profunda cómo demostramos esta afirmación.

Es mi deseo que la reflexión de estos días nos ayude a realizar esfuerzos por encontrar nuestra genuina y autentica integridad.