“El judaísmo se ha sostenido a sí mismo, desde sus comienzos, por el apego a la Ley. La primera formalización de las mismas, se hizo en el Monte Sinaí, dónde de acuerdo a la tradición Moisés recibió los 10 Mandamientos y a partir de ellos, se comenzó a legislar”. dice Alberto Zimerman, profesor de la facultad de Ciencias Económica de la UBA y ex protesorero y secretario de Relaciones Interconfesionales de la DAIA.
Añade que “gracias al Pentateuco, los hijos de Israel tuvieron una visión característica y acumulativa acerca del posible destino de cada persona y su orden social. A partir de esta legalidad es que éste conjunto de personas comenzó su relación con la tierra, que como señalan los sabios, pertenece al Señor. Ya en la Toráh (Pentateuco, Biblia Hebrea) -puntualiza- empiezan a aparecer las primeras formas de sustentación. Pero en el Talmud, (la ley oral posteriormente escrita) aparecen algunos párrafos significativos sobre la centralidad del pensamiento del pueblo judío.
“Al ser un pueblo errante, hasta la creación del Estado de Israel hace nada más que 70 años -subraya-, el judaísmo, lejos de nacer de y en la tierra, se fundó en el exilio. En está condición y lo podemos constatar en cualquier ciudad del mundo dónde hayan vivido judíos, al asentarse, creaban tres cosas: las escuelas (Torá), las sinagogas, el cementerio”.
En ese sentido, afirma que “los judíos que llegaron a Argentina no fueron ajenos a estos 3 pilares. Dependiendo de su origen, (Europa Oriental, Mediterráneo, Marruecos, Siria) creaban sus propias escuelas, sus propias sinagogas y sus cementerios. Buenos Aires es un ejemplo típico de ello. Los recursos para sostenerlos provenían, y lo siguen haciendo, de respetar lo establecido en la Biblia y en el Talmud: el apego a la letra, a la ley, a los preceptos”.