Por: Sergio Rubin
Aquella medianoche de enorme dolor en que Graciela dejó este mundo, Raúl, su esposo, reunió a sus dos hijos y les dijo que la última etapa de su vida quería ofrecerla por entero a Dios por lo que procuraría ordenarse sacerdote. De conseguir la aprobación del obispo y completar los estudios en el seminario –ya que era diácono permanente– pasaría a ser uno de los pocos viudos del país que llegaría al sacerdocio (las normas eclesiásticas lo permiten). Pero, además, el único caso aquí –y quizá también el único o uno de los pocos en el mundo– de un padre de familia
que abrazaría la misma vocación religiosa que ya había abrazado uno de sus hijos. O sea: se produciría la singular coincidencia de un padre y un hijo sacerdotes. Así fue. Raúl Arturo Vera , que por entonces –corría agosto del año pasado— tenía 74 años y vivía en La Carlota, Córdoba, no tardó en ir a ver al obispo de Río Cuarto, Eduardo Martín Downes , quien –sin dudar– prestó su conformidad. Al poco tiempo, Raúl Arturo estaba en el seminario
diocesano cursando Teología Moral y Derecho Canónico, las materias que completarían la formación y que le posibilitarían la ordenación, que se concretó el mes pasado, en un ocio del que participó su hijo sacerdote, Raúl Emilio , de 42 años. Así, sus vidas religiosas volvieron a cruzarse
porque 18 años atrás habían protagonizado otra singularidad: se ordenaron diáconos juntos, Raúl Emilio como parte de su camino hacia el sacerdocio.
ctualmente, son casi vecinos en Río Cuarto. Sus parroquias están muy cerca y en los ratos libres, padre e hijo se visitan y, mate mediante, además de hablar sobre todo lo que pueden hablar un padre y un hijo, intercambian sus vivencias religiosas. “En nuestras conversaciones sale mucho la experiencia sacerdotal de mi hijo porque me sirve para mi nueva tarea”, cuenta con orgullo Raúl Arturo a Valores Religiosos.
Y agrega: “Causalmente, hace un rato hablábamos de que pronto voy a tener confesiones de chicos que se preparan para tomar la primera comunión y, como son muchos , me es taba orientando acerca de la mejor manera de hacerlo”.
–¿Cuál es su historia religiosa?
Raúl Arturo : Yo me inicié en la Acción Católica. Hice desde niño todos los pasos: aspirante, miembro de la rama juvenil, fui catequista y me casé con una catequista con quién seguimos con mayor empeño trabajando en la Iglesia. Por entonces, vivíamos en Deán Funes, en el norte de Córdoba. Allá por los ‘60, los laicos teníamos gran participación en las llamadas misiones laicas. Concurríamos a capillas que no tenían sacerdote y organizábamos, por caso, ocios de Semana Santa. Como yo era empleado del correo, en el ‘73 me trasladaron a un pueblito cercano a Villa María
donde seguimos trabajando en una capilla que carecía también de sacerdote. Me ordené diácono. Cuando me jubilé, nos fuimos a vivir a La Carlota, cerca de aquí, y allí desempeñé mi diaconía a tiempo completo.
–¿Por qué decidió ser sacerdote?
RA : Porque como diácono se pueden hacer muchas cosas, pero como sacerdote más. Ojo: nunca antes había pensado en serlo. Siempre quise formar una familia. Eso sí, desde que éramos novios, con Graciela rezábamos para que Dios nos bendijera con un hijo que quisiera ser sacerdote.
Pero nunca se lo dijimos a ellos para que se sintieran libres al elegir su vocación. Al morir ella, decidí volcar toda mi experiencia religiosa y consideré que podía ser más útil a Dio s y a la gente como sacerdote.
–¿Cómo reaccionó como hijo?
Raúl Emilio : Con mucha alegría. Debo admitir que con mamá, de alguna manera, lo presentíamos. Como era una mujer muy delicada de salud, cada vez que sufría un agravamiento, me hablaba del futuro de nosotros y sobre todo de papá sin ella. Quería que él estuviera cerca de mí siguiendo con sus tareas pastorales (mi otro hermano está casado y tiene dos hijos). Empezamos, pues, a imaginar que papá podía seguir el camino del sacerdocio. Pero nunca le dijimos nada. Por eso, cuando aquella medianoche me contó a mí y a mi hermano su decisión, no me sorprendió.–Con su experiencia como padre de familia, ¿cree que el celibato debería ser optativo?
RA : En base, no a mi experiencia, sino a lo que veo de la vida de mi hijo, pienso que tendría cosas positivas y cosas negativas. No podría armar que lo mejor es que el sacerdote pueda casarse o ser célibe. La verdad es que tendría que pensarlo mucho. En mi caso, yo viví el matrimonio durante 42
años y medio y este tema no es un problema para mi, ni siquiera una inquietud.
–¿Su experiencia matrimonial le sirve para asesorar espiritualmente a los matrimonios?
RA : Lo único que puedo decir es que a los novios les cuento cosas de mi vida y les sugiero cómo pueden encarar un montón de cosas. A ellos les gusta porque saben que esas situaciones las viví. Y siempre les digo que vivan su fe y se esfuercen por construir una familia sólida. Que desde el vamos piensen que su matrimonio va a ser para siempre, no que dependerá de cómo les va. Entonces, con la gracia de Dios, del sacramento matrimonial, van a poder llegar a ese n que es amarse toda la vida.
–¿La gente presta menos atención a lo religioso?
RE : Las urgencias económicas, sociales, familiares les hacen difícil vivir la fe. A veces es bienvenida y otras queda un poco al margen. Eso debe interpelarnos.
RA : La gente viene menos a misa, pero hay una religiosidad en la mayoría de la gente, sobre todo en los más pobres, que demanda ser llevada por buenos caminos
–¿Que le dirían a quien está pensando en ser sacerdote?
RE : El sacerdocio es un desafío inmenso. Yo estoy muy en contacto con los seminaristas porque soy profesor de Sagradas Escrituras y les digo que no me interesa un sacerdocio encerrado en una fe privada, sino en uno que transforme la dignidad de la gente, lo cual es bastante complicado. Pero,
aunque los resultados tarden en llegar, estoy convencido que es la manera de contribuir al reino de Dios y a la construcción de un mundo mejor.
RA : Es un poco loco pensar en el mundo de hoy en ser sacerdote. Hablar de virginidad, de celibato, de una entrega total puede parecer una locura. Tiene un poco de la locura de la cruz. Pero yo lo invito a hacerla realidad si siente que Jesús está con él.
–¿Le critica algo a su papá?
RE : No, nada...
–¿Y usted a su hijo?
RA : Al contrario, estoy orgulloso de él. Pero si hiciera algo que no me gusta, se lo diría. Eso sí: rezo todos los días para que sea un curita santo.