Martes 18.03.2025

EN UNA TRADICIONAL IGLESIA DEL BARRIO DE RETIRO

Huellas del fervor religioso del joven Jorge Bergoglio

Con 18 años y junto a uno de sus hermanos participaba de vigilias de adoración al Santísimo Sacramento.
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Con mucha emoción el Papa recibió una foto del libro de miembros de la Adoración Nocturna de la Basílica del Santísimo Sacramento donde él estaba anotado con el número 9195.

La carta manuscrita fue enviada al periodista Lucas Schaerer, del semanario católico español Alfa y Omega quien le había hecho llegar ese registro. En ella hace referencia a los
años en que junto con su hermano, Oscar, participaban de la cofradía de adoradores impulsada por el sacerdote español José Ramón Aristi quien luego se convertiría en su confesor y un ejemplo a seguir por su misericordia- en esa Iglesia del barrioporteño de Retiro.

Las vigilias de la adoración nocturna del Santísimo Sacramento continúan la tradición de aquellas que realizaban los primeros cristianos movidos por la enseñanza y el ejemplo de Cristo que solía orar por la noche. En estas ocasiones los fieles se mantenían despiertos alternando oraciones, salmos, cantos y lecturas de la Sagrada Escritura. Así es como esperaban la hora de la Resurrección y una vez que esta llegaba, al amanecer, terminaban la vigilia con la celebración de la Eucaristía.

En la carta, Francisco recuerda que cuando él concurría, comenzaban alrededor de la 9 de la noche, luego de la predicación del padre Aristi, en turnos de 2 o 3 personas, mientras que los demás descansaban en un cuarto con camas en el primer piso del templo. Cuando el del turno anterior iba a despertar al del siguiente, lo hacía con la frase “venite adoremus”.

En esa época Bergoglio tenía unos 18 años y ya había recibido el “llamado de Dios” en la Iglesia San José de Flores, su barrio de la infancia. Pero la experiencia de oración ante el Santísimo lo acompañó a lo largo de los años. En 2020 dedicó la homilía de la Solemnidad de la Epifanía a profundizar sobre el sentido de la adoración a Dios y posteriormente explicó a través de diversos tuits qué es adorar y qué supone adorar a Dios para un cristiano.

“Adorar es ir a lo esencial: es el camino para desintoxicarse de muchas cosas inútiles, de adicciones que anestesian el corazón y adormecen la mente. Es poner cada cosa en su lugar, dejando el primer puesto a Dios”, dijo en una oportunidad. Y en otra ocasión: “Es guardar silencio, es descubrir que para rezar basta con decir ‘Señor mío y Dios mío’ y dejarnos llenar de su ternura”.

Esta rendición absoluta a Dios lo llevó a expresar que al adorar “descubrimos que la vida cristiana es una historia de amor con Dios, donde las buenas ideas no son suficientes, sino que se necesita ponerlo en primer lugar, como lo hace un enamorado con la persona que ama”. Francisco recordó conmovido esa historia de amor al ver su nombre junto al de su hermano en la página 84 del libro de los adoradores nocturnos. Un registro que todavía se conserva en la basílica del Santísimo Sacramento.