Por: P. Guillermo Marcó
Los pobres entraron en el Vaticano, decían los titulares de los diarios. Es que hace diez días Francisco invitó a cenar a unos 200 mendigos que fueron recibidos y atendidos en su nombre, por el presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, el cardenal Giuseppe Bertello. La cena fue organizada por el Círculo de San Pedro y se encara en una de las tantas que la institución vaticana organiza durante todo el año en el centro de acogida nocturno que lleva adelante en la ciudad de Roma “como signo concreto de la caridad del Papa”.
Después del saludo, el cardenal invitó a los comensales a orar y, según contaron, la respuesta “fue todo un éxito”. Los pobres de Roma llegaron a bordo de cuatro autobuses, siendo asistidos por 122 socios del Círculo guiados por su titular, el duque Leopoldo Torlonia. Los mendigos que tomaron asiento son algunos de los muchos a los que el Círculo de San Pedro ayuda a vivir dignamente cada día mediante la provisión de un plato de comida, una cama, un techo bajo el cual dormir, y ropas para vestirse. Además, la música formó parte de esta singular noche, ya que la banda del Cuerpo de Gendarmería interpretó un largo repertorio. Al finalizar el convite, Torlonia también se dirigió a los comensales y les dio las gracias por “aceptar la invitación de parte del Papa Francisco”.
Aquí en la Argentina, un amigo, al enterarse de esta noticia, me comentó que había quedado conmocionado y que entendía porqué los discípulos lo habían dejado todo para seguir a Jesús. Más aún: me dijo que él quería irse a Roma para seguir a Francisco. Mi respuesta no se hizo esperar: “Mirá, si el gesto te gusta, no hace falta que te vayas a Roma, ya que acá en Buenos Aires, cada noche, hay gente que se organiza en distintas parroquias y sale a llevar comida a los que están en la calle”.
Lo que pasa es que estas acciones solidarias no salen en los medios de comunicación y por eso muchos no las conocen. Ni tampoco se busca hacer alharaca. Nuestras “noches de la caridad” –como se llama a estas acciones- se realizan sin estridencias, nacen como fruto de la oración y obedecen al evangelio: “Tuve hambre y me diste de comer” (Mt 25). No se trata solo de compartir el pan, sino que es también una forma de salir al encuentro del prójimo. A mí me surgió una inquietud de este tipo en el 2001, estando en la parroquia San Nicolás de Bari. Por entonces, un grupo de chicos y chicas empezó a armar sándwiches en sus casas y a salir a repartirlos en auto. Yo veía con preocupación no solo el número de gente que dormía en la calle, sino que nos íbamos acostumbrando a eso. Entonces, convocamos a una reunión para mejorar la respuesta. Así, dividimos las tareas: un grupo cocinaría comida caliente y otro la saldría a repartirla. E incluso procuraría estar un rato con ellos, compartiendo sus historias y sus vidas, tarea que continúa hasta ahora. En la Pastoral Universitaria, mi actual destino, los lunes a la noche vienen cerca de 50 jóvenes a misa y luego preparan mate cocido y sándwiches para repartir entre la gente de la calle. Sin duda que las cosas que hace Francisco son inspiradoras, pero nos toca a nosotros desde nuestros lugares hacernos cargo. Mucha gente inspirada por el ejemplo de Teresa de Calcuta quería viajar a la India y ella decía:” Si querés ayudar, hacélo con el pobre de tu cuadra o el de tu familia”. Hoy muchos quieren viajar para ver a Francisco. Más que para traerse una foto con él, deberíamos dejar que ese contacto nos inspire a seguir más a Jesús en el lugar donde vivimos y así aliviar la situación de tantos hermanos nuestros que sufren.