Por: Daniel Goldman
Hace algunos años tuve el privilegio de participar, en la Comunidad Bet El, de una mesa redonda cuyo tema fue “la concepción de la profecía en el Islam y en el judaísmo”, junto al Dr. Reuven Amitai, titular de la cátedra de Historia Musulmana en la Universidad Hebrea de Jerusalén, y al Dr. Ricardo Elía, Secretario de Cultura del Centro Islámico de la República Argentina.
Con ese sentido de síntesis que otorga la fotografía, el profesor Amitai proyectó una diapositiva en la que mostraba la sinagoga de Dohány, en la ciudad de Budapest, Hungría. En la misma podía apreciarse el estilo morisco de la Casa de Reunión (Beit Hakneset en he- breo), construida entre 1854 y 1859, y decorada con diseños del arte islámico del norte de África y de la España medieval, como en la Al- hambra de Granada. Al bosquejarla y diagramarla con esas formas, el arquitecto Ludwig Förster tuvo la intención de concebir la imagen de los estrechos vínculos entre musulmanes y judíos.
Siguiendo esta experiencia, en 2016 el Centro Islámico de la República Argentina abrió las puertas de la Mezquita Al Ahmad, para un encuentro de diálogo interreligioso en el que cada uno de los participantes oramos a nuestra manera. Fue un momento trascendente, en el que pude elevar mis preces junto al Sheij Abdelnaby Elhefnawy, al prof. Omar Abboud, al Pbro. Guillermo Marcó, al Dr. Adalberto Ro- dríguez Giavarini, al Rabino Abraham Skorka y a Omar Massud. Recuerdo las sentidas palabras de Aníbal Bakir, quien reflexionó sobre el carácter de “mandato divino” que reviste el diálogo con las otras religiones para los musulmanes, cristianos y judíos.
Nos toca vivir tiempos difíciles, pero pese a ello hay gente que con energía, conocimiento, sabiduría y buena voluntad sigue apostando a la tarea del diálogo.
En los próximos días, bajo el sello de Ediciones El Nilo, con alegría podrá encontrarse en las librerías de nuestro país “Nuestra Casa Común- 14 siglos de relaciones entre judíos y musulmanes” del profesor Ricardo Elia. Este majestuoso tratado da cuenta, con claridad meridiana, de la inmensa buena voluntad de hombres y mujeres, quienes de manera individual y colectiva supieron sobreponerse, elevar y elevarse desde sus hogares y calles, pasando por barrios, escuelas, centros de pesquisa y traducción, llegando al alma a través de la letra, la palabra, la melodía y el gesto, superando los integrismos que bajo distintos ropajes signaron cada época.
La obra de Ricardo Elía, uno de los más notables difusores de la materia, nos llega con vigor en el momento preciso. “Preciso” como sinónimo de necesidad y también como analogía de la exactitud y la rigurosidad. El autor, quien no es solo un erudito en el tema sino también un conocedor del lenguaje y la filología oriental, es sobre todas las cosas un hombre de paz- salam-shalom. Coloca sobre sus hombros el contenido de este tratado como si fuese un peso vital y lo profundiza hasta llegar a su esencia.
Felicitaciones profesor Elía por la magnitud de este libro.