En el contexto educativo actual varios proyectos llevan el nombre de integral, pero no siempre reflejan la integralidad de las distintas dimensiones del ser humano.
La palabra integral viene del latín “integralis”, que significa “totalidad o completo”. La cosmovisión cristiana aporta esa integralidad, ya que aborda al hombre en todos sus aspectos. Otras propuestas, en cambio, solo abordan algunas cuestiones, descuidando otras o simplemente olvidándolas. El riesgo de esto es que lo que “no se asume no se puede educar”, y lo que no se educa queda relegado a los vaivenes de la autoformación que, a veces, sin una buena guía, terminan convirtiéndose en un área de la persona fragmentada, es decir, no integrada en el todo de la personalidad.
El Papa Benedicto XVI decía que la educación cristiana debe aportar una “visión válida del hombre”. En otras palabras, afirmaba que debía incluir dentro de sus programas todos los ámbitos de la persona humana. Esta es la propuesta de la Iglesia católica para la Educación.
A veces los curriculum prescriptos, lejos de ser neutrales, dejan de lado varias dimensiones de la persona, quizás movidos por un posicionamiento ilustrado o liberal, que, entre otros aspectos, relega al ámbito personal y privado la dimensión religiosa de la persona.
La dimensión de la persona que es relegada es, precisamente, central, ya que el hombre es un “ser religioso”, más allá de las creencias que sostenga cada uno. Por eso, Benedicto XVI insistía tanto en la dimensión social de la religión, sosteniendo que el discurso religioso no puede quedar relegado de la esfera pública.
El filósofo Habermas estuvo de acuerdo con la propuesta del Papa y subrayaba que dejar de lado lo religioso del ámbito de la sociedad era descuidar un aspecto central de la cultura humana. En ese sentido, en muchos países no resulta conflictivo lo religioso y se lo integra al campo del saber cultural y científico, reconociendo el insoslayable aporte que las religiones han hecho a la humanidad y la relevancia que hoy día siguen teniendo.
Un dato de color es que, según la Organización Mundial de Turismo, el principal motivo de las migraciones en todo el mundo son las peregrinaciones a lugares religiosos. Un hecho que demuestra la vigencia de la dimensión religiosa del hombre, que no solo no es un aspecto más, sino que configura toda la persona e impregna, consciente o inconscientemente, todo su obrar.