Convertir una crisis en una oportunidad, reza la conocida consigna. Pues bien: así lo entendieron hace un par de años en Gran Bre-taña Jack Valero y Austin Ivereigh, dos laicos ligados al mundo de la comunicación, luego de presenciar un debate televisivo sobre la Igle-sia, en el que los católicos que ha-blaron se desempeñaron muy mal y los críticos, fantásticamente bien, lo que provocó mucho dolor en la comunidad católica. Como se aproximaba la visita del Papa Be-nedicto XVI al Reino Unido, con-sideraron que surgirían muchas polémicas y que se les abrirían a los católicos muchas puertas en los medios. Decidieron, entonces, entrenar a un grupo de laicos jóve-nes para intervenir en los debates con una postura entusiasmante sobre la Iglesia y su mensaje, evi-tando ponerse a la defensiva. Así nació Catholic Voices (Voces Cató-licas), una iniciativa que hizo un aporte clave para el éxito de la visi-ta papal. Y que, a raíz de ello, co-menzó a “exportarse” a otros paí-ses como Irlanda, España, Polonia y Chile. De visita en el país, invita-do por la Universidad Austral, Va-lero le contó la experiencia a VR.
-¿Cómo se implementó la idea?-
Nuestro plan consistía en formar unas 25 personas, de entre 20 y 45 años, gente común y corrien-te, que tenía su familia, su trabajo, para exponer en los medios una visión joven, positiva y alegre de la Iglesia. Entonces, seleccionamos a los laicos -con el acuerdo de la je-rarquía eclesiástica para estar en sintonía, sin ser la voz oficial de la Iglesia- y luego los capacitamos intensamente durante cuatro me-ses en comunicación y doctrina. A su vez, difundimos mucho nues-tra propuesta para que los medios nos llamaran cuando se acercara la visita papal. Al final, estuvimos en un centenar de programas.
-¿En qué pautas en materia de comunicación se basaron?
-El criterio a seguir era que de-trás de cada crítica a la Iglesia hay siempre una intención positiva. Y lo que teníamos que hacer era co-nectar con esa intención positiva porque, desde esa posición, la gen-te escucha y puede cambiar su impresión. No niego que en algún caso pueda haber mala intención, pero yo eso lo ignoro y busco lo positivo que puede haber detrás de lo que está diciendo el otro.
-¿Por ejemplo?
-Que detrás de quienes critican a la Iglesia por su posición frente al SIDA hay una intención de sal-var vidas. Que detrás de quienes la critican por los casos de abusos hay una intención de dotar de más credibilidad al sacerdocio. Que de-trás de los que la critican por su oposición al aborto hay una inten-ción de ayudar a mujeres que se enfrentan a una situación en la cual todas las opciones parecen malas. Eventualmente, no le voy a contestar al que grita, sino hablar-le en positivo a toda la audiencia.-Eso exige mucho temple … -Nosotros decíamos en la prime-ra clase que deben evitarse tres peligros. El primero es enfadarse. El segundo peligro es estar a la defensiva. Y el tercero es dejar pa-sar la oportunidad de aprovechar un espacio en un medio que abre una polémica. Recuerdo que al-guien me dijo una vez que la se-mana había sido fantástica porque no salimos en ningún medio. Me pareció una pobre mentalidad.
-¿Y qué hacer frente a las pre-guntas incisivas?
-No ponernos nerviosos sabien-do que son las que uno haría si estuviera en el lugar del periodis-ta. En los medios británicos hay una tradición de hacer preguntas difíciles porque se quiere llegar al grano. A mi me encanta que a un político que quizá se robó mi dine-ro lo interroguen fuerte porque quiero que salga la verdad. Y en-tiendo que se lo hagan con un obispo que tal vez no obró bien. En definitiva, son las preguntas que haría la gente. Desde esa mentali-dad, no hay preguntas hostiles.-Hay que ser valientes …-A nosotros está fórmula nos funcionó muy bien con la visita del Papa. Queríamos iluminar sin luchar contra nadie, pero tampoco esquivando las preguntas. En de-finitiva, ser católico es ser compa-sivo, amable. Enfadarse es ser lo contrario de lo que predico. Es cierto que no se puede en tres mi-nutos explicar la doctrina, pero sí captar el interés, dejar una buena impresión. Debemos convertir el viento en contra que tiene la Igle-sia en una oportunidad.