Por: Daniel Goldman
Portan un nombre especial. Encantador. Su reconocimiento está vinculado a uno de los mayores valores que el ser humano puede llevar. En la tradición hebrea moderna se denomina “Justos de la humanidad” a aquellas personas no judías que salvaron la vida de los judíos de las garras del nazismo. En el Museo de Yad Vashem en la ciudad de Jerusalén, el mayor Recordatorio mundial del holocausto, hay una calle llamada Avenida de los Justos. El camino está flanqueado por árboles. Cada árbol recuerda el nombre y apellido de uno de ellos. Y la savia de esos árboles de la vida los honra, ya que esa senda constituye una imagen muy estremecedora. Hasta la actualidad fue posible identificar a muchos miles de estos justos, aunque no todos los que salvaron vidas están en esta lista.
Un libro publicado por el historiador judeo-argentino, el profesor Abraham Huberman da cuenta de manera minuciosa de muchos de los nombres de estos Justos de la humanidad. A propósito de ello, en el prefacio de su obra llamada Justos de la Humanidad cita al mayor investigador de ésta época, Raul Hilberg, quien categorizó a los participantes de la tragedia en 3 grupos: los perpetradores, las víctimas y los observadores. ¿Quiénes eran los observadores? Los que permanecían indiferentes, o sea la mayoría de la población de Europa. Pero los justos fueron aquellos que por convicción
moral y ética no permanecieron impasibles. Ayudaron arriesgando sus propias vidas. Dentro de estos hombres vale la pena destacar la acción de
algunos diplomáticos, entre ellos el sueco Raoul Wallenberg, quien logró liberar a centenares de judíos, en su mayoría húngaros, extendiendo documentación y salvoconductos de su propio país. Dicen los testigos de sus acciones que su coraje dejaba atónitos a amigos y enemigos.
Finalmente Wallenberg desapareció, posiblemente en la Unión Soviética. El fue uno de los grandes héroes. Sea su memoria, junto con la de todos
estos hombres y mujeres, bendecida hasta la eternidad.