Por: María Montero
Más de 150 personas sin techo, pasan cada sábado por la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, del barrio porteño de Barracas para, al menos una vez por semana, sentir un baño caliente y ropa limpia sobre su cuerpo. Comenzó en marzo de 2016 y depende de la Cátedra del Diálogo y de la Cultura del Encuentro, un espacio académico y plural inspirado por el Papa Francisco que imita lo que se habilitó en el mismo Vaticano, donde más de 80 personas se presentan a asearse y tomar un desayuno, con la opción de cortarse el cabello.
Pero el padre Sebastián García, párroco del lugar, advierte que “no se trata solo de que la gente pueda darse una ducha, es un espacio de contención que supera la bandejita con el desayuno en la puerta de la iglesia y pretende ser una cultura del encuentro, donde todos somos protagonistas”. De hecho, el 40% de los colaboradores son pares, la misma gente que llega, ayuda a otros. Incluso algunos, que antes estaban en situación de calle, hoy van para ayudar.
Las duchas funcionan los sábados de 9 a 13 y acuden personas sin techo que además de higienizarse, desayunan, almuerzan, reciben ropa limpia y asistencia médica y psicológica. Las edades varían, pero el segmento que más creció fue el de 21 a 25 años. Desde agosto del año pasado, comenzaron a llegar más mujeres, lo que el sacerdote atribuye al aumento de la vulnerabilidad social.
Según el padre García, el gran problema que padecen es la invisibilidad. “La gente que transita por la calle no los ve –dice-, viven con el dolor de perder sus familias, amigos, trabajos y algunos, hasta plantean que no encuentran motivos para seguir vivos”.
El hotel más económico cuesta 300 pesos. Los que no llegan a los paradores oficiales terminan durmiendo en la calle. “A nadie le gusta vivir en la calle –aseguran- por eso este lugar en la parroquia nos hace sentirnos dignos nuevamente”.
El tiempo para ducharse es de 10 minutos. Mientras, desayunan, leen libros en la biblioteca, conversan o eligen ropa en el “shopping”, como llaman al lugar donde dejarán lo puesto, que se manda a lavar para estar disponible para el próximo sábado y llevarse algo limpio. También tienen a su disposición desodorante, jabón, talco y todos los elementos que necesiten para el aseo.
Todos coinciden en que el estar limpios les permite sentirse personas, poder acercarse a otros y hasta conseguir empleo. “Si no estás en condiciones, no te toman ni para changas”, dice Juan, que espera conseguir trabajo pronto para salir de esta situación.
La segunda etapa del “Proyecto Duchas” es la formación para la reinserción laboral. “Estamos en el cordón sur de la ciudad, del otro lado del Riachuelo. El gran Buenos Aires es uno de los más afectados por el nivel de pobreza, la violencia y el flagelo de la drogadicción –explica el padre García-, por eso la dignidad del derecho a la higiene es solo el primer paso para recuperar la esperanza de estos hermanos.”