Miércoles 15.01.2025

Relevantes detalles en la noche de Pesaj

Por: Daniel Goldman

Seder. En las dos primeras cenas de Pesaj se realizan una serie de acciones tradicionales con un hondo sentido.
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La pascua judía o Pesaj, en la que conmemoramos la bíblica salida de Egipto relatada en el libro de Éxodo, comienza este viernes a la noche (15 de abril) y tiene una duración de ocho días. La tradición establece que durante las dos primeras noches, realizamos cenas festivas llamadas “Seder”.

La palabra “Seder” significa “orden” y remite a una serie de pasos preestablecidos que llevamos a cabo durante la cena, los cuales de manera didáctica nos inscriben en la historia. En este “orden” que llevamos a cabo del mismo modo desde hace siglos, además del texto bíblico ya citado, se toma como referencia otro libro llamado Hagadá (relato), que se transforma en una suerte de guía de la cual vamos leyendo y cantando en voz alta durante toda la celebración, y en el que se combinan crónicas y leyes que acompañan a nuestra comida. Pero antes de comer, nos sorprende un pequeño detalle que, dentro del ritual alusivo a Pesaj, se entromete como si lo hiciera por una diminuta rendija. Un pormenor litúrgico que hoy llama nuestra atención. Una referencia hasta del orden protocolar y que, sin embargo, en nuestro presente adquiere una vigencia tal que se transforma en un símbolo de nuestra generación. Netilat Iadaim, la supuesta insípida “ablución de manos” que como parte del orden de la noche, se realiza meticulosamente antes de ingerir la comida festiva, hoy se agiganta a la vista de quienes compartimos la mesa real en ese pasaje que enlaza la cautividad con la libertad.

Quienes seguimos la lectura del texto bíblico de modo periódico, recordamos que en su andar profético, Moisés pregona que cuando un cuerpo fuera descubierto en una aldea y no se pudiera identificar al perpetrador, los dirigentes debieran reunirse junto al río, lavarse las manos, y declamar: “Nuestras manos no han derramado esta sangre” (Deut. 21:7). Paralelamente, el ritual de la ablución es una práctica arraigada en la cultura hebrea, siendo que los maestros de la exégesis dan a entender de manera exhaustiva que esta tradición puede estar más ligada a lo críptico y esotérico, que a la higiene personal.

Otros intérpretes, con noble encanto, lo relacionan con las actividades del Templo de Jerusalén.

En este itinerario de búsqueda, es interesante comprobar que la relación entre el lavado de manos e higiene es muy moderna. Data de mitad del siglo XIX. Se le atribuye el descubrimiento a un tal Ignaz Semmelweis, quien ejerció la profesión de médico en la aristocrática Viena.

Volviendo a Pesaj, más allá de cómo cada uno de nosotros observa las prescripciones de la celebración, imagino la profundidad que adquiere el movimiento de ablución de manos mientras participamos de la lectura de la Hagadá.

Al vernos reflejados en su relato, este año seguramente añadimos a su sentido la hondura de este gesto, que en el presente hace la diferencia como si fuese un eje de vida.

El lavado de manos durante el ritual de Pesaj no solo nos permite fusionar la antigua epopeya con el vigor del presente, sino que esencialmente es una apuesta a nuestra íntegra salud de cuerpo y alma.