Por: María Montero
El Mundial de fútbol no solo moviliza pasiones, encendidos debates sobre esquemas tácticos, jugadas y jugadores, sino que también expresa a un deporte que une a ricos y pobres, niños y adultos. La pasión por el fútbol tiene la capacidad de consolidar un sentimiento de pertenencia a un país como, a su vez, lograr dejar de lado diferencias y discriminaciones.
Abrazar la paz, la unidad y la concordia son valores que el deporte siempre intentó transmitir. La invitación a que estos valores se actualicen en este mundo tan convulsionado como el que vivimos es la propuesta de Scholas Occurrentes, el movimiento pontificio internacional promovido por el Papa Francisco para construir una cultura del encuentro.
El mismo Francisco explicó que Scholas tenía tres ejes: el deporte, el arte y la tecnología, que es el mundo real de los jóvenes. A partir de ahí se realizaron distintas actividades deportivas hasta llegar a lo que se bautizó como el “Partido por la Paz”, que reúne a los más importantes jugadores de fútbol en actividad de todo el mundo y a sus más renombradas leyendas, de distintas confesiones religiosas y creencias, con el objetivo de dar un mensaje de unidad a toda la sociedad.
La primera vez que se jugó fue en 2014 y estuvo dedicado a Israel y Palestina, con un encuentro interreligioso que reunió a 100 jugadores y contó con figuras como Diego Armando Maradona y Javier Zanetti.
El 14 de noviembre pasado, a pocos días de comenzar el Mundial de fútbol, se realizó, en el Estadio Olímpico de Roma su 3° edición, siendo sus embajadores Lionel Messi y el italiano Gianluigi Buffón.
Estuvieron los argentinos Claudio Caniggia, Pablo Zabaleta y Alejandro Domínguez, los italianos Ciro Immobile y Ciro Ferrara, el búlgaro Hristo Stoikhov, el croata Ivan Rakitic, el alemán Mirolsav Klose y el brasileño Ronaldinho, entre otros.
El sentido del Partido por la Paz es mostrar que el fútbol es una escuela de vida y, como dice Francisco, puede volver a ser “pelota de trapo”, al recuperar su origen y sus valores. En ese camino, el Papa sostiene que “el estadio se enriquece humanamente, desaparece la violencia y vuelven a verse a las familias en la tribunas, hace bien a la sociedad, construye el bien común a partir de los valores de la gratuidad, del compañerismo y de la belleza”.
Aunque al fútbol –como a otros tantos deportes– se lo haya convertido en un negocio, para los deportistas, aún siendo profesionales, sigue teniendo esa pasión por disfrutar del juego. Por eso Francisco, al comienzo del partido, les pedía que trabajaran para no perder el carácter deportivo, porque al promover la actitud de “aficionados” eliminaban el peligro de la discriminación.
Además de los jugadores leyendas y otros en actividad, participaron rusos y ucranianos como un gesto particularmente significativo en medio de la guerra que causa tanta muerte, y que el 8 de diciembre, Día de la Inmaculada Concepción, provocó el llanto del Papa cuando rezaba por la paz en esa región, ante la estatua de la Virgen en Plaza España, en Roma.
La particularidad de esta última edición fue el emocionante recuerdo de Diego Armando Maradona, fallecido el 25 de noviembre de 2020, quien fuera capitán del equipo de Scholas, además de haber apoyado y participado de esta propuesta desde los inicios.
Estuvieron presentes en el estadio sus hijos Dalma, Giannina, Jana, Diego Fernando y Diego Junior, así como las hermanas de Diego Maradona y su nieto Benjamín Agüero, que luego de jugar los últimos minutos del encuentro de fútbol, mostró una medalla con la cara de su abuelo.
Al finalizar cada partido se acostumbra a plantar un olivo, símbolo de la paz. Esta vez fueron Ronaldinho y Ciro Ferrara quienes recogieron tierra y la volcaron en la maceta.
En la audiencia que mantuvo con los jugadores, el Papa les agradeció que hayan ofrecido su tiempo en medio de sus múltiples compromisos.
“Los gastos más grandes hoy en el mundo son en la industria de las armas. Se hacen guerras para destruir, y ustedes dan su tiempo para venir a hacer la gratuidad de la paz”, les dijo a los deportistas.
Y afirmó que “la paz va adelante así, con gestos como estos: de amistad, de cercanía, de la mano tendida. Son pequeños gestos, pero son semillas de paz que son capaces de cambiar el mundo”.