“La persona que se enamore de mi se va a tener que enamorar de los 4”, le dijo Pablo a Liliana cuando se conocieron. Ambos habían quedado viudos, ella con 6 chicos y él con 3, to- dos pequeños. Al tiempo se casaron y cumplieron el sueño de formar una nueva familia con todos los hijos, los Pérez Lonegro. Años más tarde llegó Tomás, el hijo que tienen en común.
Liliana es rosarina, profesora de Ciencias Económicas, licenciada en Psicología y magíster en Educación Familiar. Su historia se transmite una y otra vez en las charlas que brinda en congresos de familias, pero el pró- ximo agosto dará la ponencia de su vida: convocada por el Papa, hablará frente a miles de familias en Dublín, en el marco del Encuentro Mundial de Familias que organiza el Vaticano.
Este encuentro fue creado por Juan Pablo II en 1992 y se celebra cada 3 años, durante 5 días. Este año el lugar elegido por Francisco es Dublín, Irlanda, del 21 al 26 de agosto. Habrá un congreso de 3 días, un festival y una Misa de cierre con la presencia del Papa. El tema central del 2018 es “El Evangelio de la Familia: Alegría para el Mundo”.
Liliana hablará sobre la vivencia alegre en la familia, transmitiendo su experiencia personal y su cultura. Para ella no existe enseñanza ni en valores ni en la fe que no se pueda dar a través de ejemplos y de experien- cias de vida. Sugiere que el amor y el encuentro de la unidad familiar es fundamental. “Mi deseo es que todos puedan tener una contención tan grande como es la familia”, concluye.
Desde muy chiquita el sueño má- ximo de Liliana era casarse. A los 21 años, aquello que tanto anhelaba se hizo realidad: se casó con Gustavo, con quien tuvo 6 hijos. A sus 33 tuvie- ron a su última hija, Cecilia, y apenas unos meses después falleció su esposo. “La muerte repentina de Gustavo fue un hito en mi vida porque yo tenía 33 años y estaba sola con 6 chicos”, cuenta. Y agrega: “Tenía mucho miedo y sentía que estaba desvalida, sin saber nada de la educación de los hijos”. Entonces comenzó a hacer orientación familiar para encontrar herramientas que la ayudaran a sacar adelante a sus niños.
A raíz de esta situación, su trabajo
como profesora de Ciencias Económicas fue tomando un nuevo rumbo. Por recomendación de conocidos, al tiempo hizo una maestría en Edu- cación Familiar. En esos años llegó Paola, una joven niñera que se mudó a su casa para ayudarla y hoy, 25 años después, aún vive con ellos como una hija más.
Recordando esos años, Liliana no puede evitar volver a sentir el dolor y agradece haber contado con tantas personas que la sostuvieron y la im- pulsaron a transformar el sufrimiento en acciones positivas. Además es una persona muy creyente y su fe también la ayudó.
Habían pasado 4 años y Liliana sintió que la viudez y la soledad a nivel matrimonial no eran para ella. “Uno no puede renunciar a su esencia y a sus sueños, yo quería volver a casarme”, recuerda. Al tiempo conoció a Pablo, un hombre viudo que tenía 3 hijos. Ambos habían sufrido la muerte repentina de sus parejas y sus sueños habían quedado truncos. Enseguida se dieron cuenta de que compartían los mismos valores y soñaban con volver a casarse. Los dos sabían que quien se enamorara de él/ella, también debía enamorarse de sus hijos. “Era imposible enamorar- me de un esposo o de un padre, tenía que serlo todo”, dice Liliana.
Cuando se casaron, hace 21 años, fue una unión de familias, no de novios: un casamiento de 7 con 4. Los 9 hijos fueron los padrinos de la boda. A los 3 años nació Tomás, el décimo hijo. “Nunca sentimos diferencias”, destaca una de las hijas. Hoy siguen yendo a misa todos juntos cuando es el aniversario de la muerte de papá o de mamá. Y eso se lo inculcan también a Tomás.
La joven revela que el sueño de su papá es que una vez a la semana es- tén todos reunidos en familia. “Eso que se propusieron el primer día si- gue funcionando hoy, no es casuali- dad que seamos una familia muy uni- da, todo es fruto del esfuerzo de mis papás”, concluye.