Miércoles 15.01.2025

judaismo -AUTOR: Silvina Chemen

Viaje por las tierras de los célebres gauchos judíos

Un recorrido por entrañables pueblos de Santa Fe y Entre Ríos donde familias judías llegaron en 1888. Una historia de trabajo y esperanza.
Comparte

La figura del “Gaucho Judío” se hizo popular a través del celebrado libro de Alberto Gerchunoff, escrito en homenaje al centenario de la patria. Vale la pena adentrarnos al paradigma de aquel célebre personaje que pobló nuestras tierras, especialmente en las encantadoras provincias de Santa Fe y Entre Ríos. Si bien los investigadores presentan algunos otros antecedentes, las primeras familias judías que se instalaron en esas provincias, perseguidos por el hambre y los pogromos, llegaron de Rusia a  la Argentina en octubre de 1888.
En esta saga se destaca la figura del Barón Mauricio de Hirsch, un aristocrático y acaudalado hombre de negocios nacido en Munich, en 1831, quien tenía como uno de sus deseos auxiliar a estos judíos para desarrollar un proyecto agrícola con el fin de normalizar las condiciones de estos refugiados a través
del trabajo de la tierra. Para ello adquirió fincas en las dos provincias y creó la Jewish Colonization
Association (J.C.A.).
Desde esa perspectiva histórica, Entre Ríos fue una de las privilegiadas protagonistas de un proceso por el cual miles de inmigrantes dejaron atrás el miedo, dando lugar a sueños compartidos y abrazando el ideario mismo que la Constitución argentina contemplaba, marcando el paso a la esperanza en el establecimiento de una
tierra que prometería libertad y trabajo. La J.C.A. adelantaba dinero a los colonos, les proporcionaba 
herramientas y semillas y colaboraba en el auxilio de la organización de asociaciones cooperativas que les permitía a los nuevos asentados vender los productos de la tierra. Con dichas ganancias mantenían hospitales, bibliotecas, cementerios y centros culturales.  No fueron fáciles las condicionesen las que estos hombres y
mujeres debieron sobrevivir, pero eso dio lugar a la fundación de decenas de pueblos, entre ellos Villa Domínguez, Villa Clara y Basavilbaso, páramos de creatividad y de desarrollo de vida muy singular. 
Desde las emociones, la visita a estas colonias resulta un recorrido a nuestra propia historia. Y fue así, que hace pocas semanas atrás, con un vasto grupo de la Comunidad Bet El, transitamos las huellas de nuestros antepasados cercanos. Este viaje siempre requiere de una preparación de acopio de información y de una elaboración espiritual. En esta experiencia trascendente cabe destacar, entre otros, la visita a la sinagoga-rancho de Basavilbaso. Esta precaria construcción que data del año 1895, conserva en su interior la emotividad
cuando uno observa el mueble que contenía los rollos de la Torá y las tablas de los bancos de los asistentes al culto que aún se mantienen de manera intacta, junto a varias lámparas de aceite. Esta sinagoga se encuentra   poca distancia del centro de Basavilbaso, en un pequeño barrio poblado por medio centenar de casas que  asemejan una típica aldea rusa, y que terminan en una avenida que conduce al Cementerio Israelita. En dicho
predio sagrado cada visitante podrá descubrir los nombres de los antecesores de personalidades destacadas en el mundo del arte, la cultura y la ciencia de nuestro país. A algunos kilómetros de este pueblo lleno de historia se encuentra Villa Clara, sitio que albergó a artesanos y pequeños comerciantes que construyeron una sinagoga, que también fue Casa de Estudios Talmúdicos y posteriormente se destinó para el funcionamiento de la Escuela Hebrea. El templo, que se halla en una de las calles principales de la ciudad, sorprende en su interior con sus brillantes y vívidos colores. Esta sinagoga se encuentra restaurada y en  perfecto estado. En fin, revivir la historia de nuestros ancestros, que habita tan cerca, resulta indispensable
para revitalizar nuestro futuro.