Jueves 21.09.2023

El diálogo interreligioso y la juventud

Por: Jordán Raber

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La sabiduría del calendario hebreo designa fechas específicas en las que se rememoran sucesos que evocan tanto la alegría colectiva como el recuerdo de las tristezas compartidas. De un modo curioso en particular, una conmemoración acaso menor, aunque de larga data, señala un día en el que los antiguos hebreos se consagraban a la génesis que antecede al fenómeno de lo colectivo, a los júbilos y a las congojas de cualquier historia común: el amor.

Las vicisitudes, casi siempre precisas, del azar hacen que justamente en la semana que está concluyendo hayamos celebrado aquel día dedicado al amor, que en el cómputo judío del año se conoce como “Tu be-av”, el 15 del mes de av. Los maestros del Talmud relatan con vivacidad que con el advenimiento de esta fecha todas las doncellas de Jerusalem –tanto las de noble abolengo como las de linaje popular— se reunían para ir juntas al encuentro de sus jóvenes pretendientes a la vera de los viñedos en flor. Allí, los enamorados danzaban los unos con las otras envueltos en túnicas blancas mientras entonaban responsivamente un viejo adagio: “Oh, joven pretendiente, levanta tus ojos y mira qué es lo que tienes frente a ti. No poses tu mirada en la belleza; pósala sobre el porvenir”.

No es casualidad que esta leyenda, así como todo buen romance épico, ligue el amor a la lozanía de la juventud. Hay algo en el arte de amar –tomando humildemente una expresión acuñada por Fromm— que tiene que ver con el arrojo de lo juvenil, con el esperanzado coraje de quien coloca su mirada en el horizonte de un futuro ilimitado. “En nuestra juventud –decía el narrador de una novela que marcó la mía— nos pensábamos eternos”. Así perciben el mundo los jóvenes: ad eternum; así entienden los jóvenes el amor, el encuentro con el Otro: como una fuente inagotable de edificación del mañana.

En el día de ayer concluyó, con la visita del Papa Francisco, la Jornada Mundial de la Juventud en Portugal, un congreso internacional donde decenas de jóvenes de todo el espectro religioso, convocados por el movimiento Scholas Ocurrentes, se reunieron para cultivar la cultura del encuentro y la épica del diálogo. Entre los participantes de la convención se cuentan tres líderes juveniles de la Comunidad Bet El: Sofía Yoffe, Tomás Kviatek y Agustina Colica, quienes se erigieron –al estrechar sus manos con las del Sumo Pontífice— en fieles emisarios de su congregación y del pueblo judío todo, enarbolando los valores de fraternidad y amor por el Otro que vehiculiza la tradición hebrea.

El diálogo interreligioso, del que la comunidad Bet El siempre se ha sabido cultor e impulsor a través de la figura de sus rabinos, no es un mero formalismo eclesiástico ni una pretensión de universalismo con visos ecuménicos. El diálogo interreligioso constituye la empresa de aquellos que hallan un sentido de trascendencia en el marco de las tradiciones religiosas para hacer del mundo un hogar común. En este sentido, podríamos decir que el diálogo interreligioso entre los jóvenes porta en sí la simiente de un tiempo preñado de concordia y hermandad, un tiempo que nos permite avizorar la esperanza de un retorno a la génesis de lo colectivo, al valor universal del amor.

* Rabino de la Comunidad Bet El