Por: P. Guillermo Marcó
En este Año Jubilar, la 111.ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado vuelve a recordarnos que la movilidad humana no es solo un desafío político, sino un signo de esperanza. El Papa León XIV alertó sobre el riesgo de sociedades que se cierran en sí mismas, viendo al migrante como amenaza, cuando en realidad “numerosos migrantes, refugiados y desplazados son testigos privilegiados de la esperanza vivida en la cotidianidad”.
Historias que hablan por sí solas
Ahmed, joven sirio que huyó de la guerra, relata: “Caminé semanas enteras. Vi morir amigos en la ruta, pero también descubrí la solidaridad de desconocidos que me dieron agua y pan. Hoy vivo en paz y trabajo para enviar dinero a mi familia que quedó atrás”.
David, descendiente de una familia judía que escapó de Europa en los años treinta, conserva viva la memoria: “Mis abuelos llegaron con lo puesto, huyendo de la persecución. En la Argentina encontraron refugio y la posibilidad de reconstruir su vida. Yo soy fruto de esa segunda oportunidad que este país les dio”.
Olena, madre ucraniana, llegó con sus hijos pequeños a la Argentina en 2022: “Aquí encontré gente que me ayudó con el idioma y me acompañó a buscar escuela para los chicos. Nunca pensé que, tan lejos de casa, iba a sentirme parte de una comunidad”.
Mario, boliviano, migró hace dos décadas y hoy es dueño de una panadería en Buenos Aires: “Al principio sufrí prejuicios, pero el trabajo y la fe me abrieron puertas. Hoy mis hijos son argentinos y yo agradezco haber podido crecer en este país”.
Puentes y no muros
Estas voces muestran que los migrantes no vienen a quitar, sino a dar vida, energía y esperanza a las comunidades que los reciben. Por eso, el Papa invita a verlos también como “misioneros de esperanza”, capaces de revitalizar comunidades cansadas y abrir caminos de fraternidad.
El Jubileo de los migrantes nos desafía a vivir la hospitalidad y a reconocer la dignidad de todos como hijos de Dios. En un mundo marcado por guerras, desigualdades y exclusión, la esperanza de quienes migran se convierte en un llamado a construir juntos un futuro más humano y solidario.
La Argentina, particularmente, es un país que en su mayoría ha sido habitado por inmigrantes venidos de distintos países. Cada uno de nosotros, a lo largo de las historias familiares, ha sido testigo de esta posibilidad generosa que nos dio la tierra argentina. Es importante, en los momentos difíciles que atravesamos, no mirarnos desde la grieta como enemigos, sino vivenciar que, aunque pensemos distinto, somos parte de una misma comunidad. Y, entre todos, buscar un futuro mejor que se construye con lo que cada uno, desde su don y su cultura, puede aportar.